Gracias padre por haber soñado,
y del cafetal haberme sacado,
abandonando recuerdos gratos,
que jamas he de olvidado.
Aun veo el quemar del cañaveral,
cuando la safra ardia,
y el soberao donde jugaba,
con carritos de latas, garateaba.
Juegos de infancia viven en mi ser,
tan profundos que no los queria perder
al jugar de coger y al esconder,
muertos recuerdos vivos del ayer.
Dejastes sangre en la caña,
que picabas sin cesar,
desde el brillar del amanecer,
hasta el sombrio atardecer.
Que triste fue dejar mi patria,
en busca de nuevos horizontes,
y llegar a un arabal,
cuna fatal.
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